miércoles, 26 de mayo de 2010

E


Sin duda, ella era especial.
Y lo mejor que le había pasado en la vida, al menos hasta este momento.
Lo peor era la necesidad de no ir a sitios demasiado frecuentados. Lo mejor, como contrapartida, era poder besarle, tenerla para él prácticamente en la exclusiva complicidad de un mundo que se movía de espalda a los demás. Entonces, como ahora, la miraba con el éxtasis de la incredulidad por su suerte, el placer de saber que tenían alguna cosa por compartir, y por encima de todo, que ella era real. Un año antes la soledad había llegado a parecerle insoportable. E había cambiado eso. Y en parte también el grupo.
-¿Vais a quedar hoy?
-No lo sé. Dependerá de los demás.
-Siempre lo mismo.
-¿Y qué quieres que le haga, si siempre falta alguien?
-Pues dilo, alguien debe hacerlo.
-No creo que sea yo.
-¿Otra vez? ¿Quieres llorar en mi hombro o qué?
-O qué.
-Cuando te pones así te estrangularía.
-Va, mujer, que es broma.
-Bien, si quedáis me avisas, ¿eh?
Asintió con la cabeza, y volvió a poner su mirada en ella mientras caminaban. Siguió la linea perfecta de la nariz, los labios finos y curvados hacia arriba de forma optimista, los ojos pequeños y luminosos, oscuros, la frente cubierta por su pelo y la barbilla redonda, cerrando el óvalo de un rostro tan limpio como suave. El pelo, muy largo, formaba ondulaciones, aparentemente despeinado en toda su superficie, aportando un aire salvaje a la ternura de su expresión. Llevaba una camiseta negra, por encima su fina chaqueta, unos tejanos y unas deportivas maltratadas por el paso del tiempo.

1 comentario:

  1. me gusta como escribes asi que me pongo en seguidores, si no te importa...
    =)

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